«Dice mi abuela Cira que los cabellos que se nos caen cuando nos peinamos no debemos tirarlos a un bote de basura, porque son parte de nosotras mismas, dice que debemos quemarlos en el calor del fogón de leña o guardarlos en los hoyitos que forman las paredes de adobe de la casa, todo esto porque cuando indudablemente muramos y tengamos que trascender.
Al llegar a ese otro espacio se nos pedirán cuentas de la forma en que llevamos la vida, y las cuentas que hemos de enseñar son nuestros cabellos
Esos cabellos que fueron de una bebé, de una niña, de una joven, de una adulta y de una anciana, si tiramos nuestros cabellos a la basura no tendremos cuentas que entregar acerca de cómo habitamos este mundo, por eso guárdalos en el fuego o en el adobe, para tenerlos siempre.»
Las mujeres indígenas vivimos en una relación profunda con nuestros cuerpos, con el territorio que habitamos y que nos habita, con los seres que también habitan ese territorio, con los elementos y ciclos de la naturaleza, con los ciclos de la vida humana, nuestra sabiduría es herencia de nuestras ancestras, ellas son las que nos han enseñado que no somos habitantes de un espacio tierra, sino que formamos parte de él.
Las mujeres indígenas históricamente hemos sido consideradas insuficientes para el mundo, insuficientemente racionales y limpias, insuficientemente bellas para las lógicas de belleza racistas y colonial, insuficientemente instruidas y capaces de buenos comportamientos, han considerado que nuestros territorios no tienen el suficiente valor, ni nuestro territorio tierra, ni nuestro territorio cuerpo.
Hoy nosotras exigimos respeto y reconocimiento desde la dignidad de nuestra existencia, exigimos ser pensadas y miradas más allá de la opresión, ser tratadas como lo humanas y autónomas que somos, porque hemos andado un camino largo de lucha ante las desigualdades y de cuidado y armonía con la naturaleza y creadoras de pensamiento, de epistemologías, lejanas a las a las herramientas conceptuales establecidos desde la academia.
Las mujeres indígenas como sujetas políticas y también centrales de la vida comunitaria hemos hecho aportaciones muy significativas para la resistencia de nuestros pueblos, su dignidad y su lucha por los derechos al reconocimiento, a la participación y a la vida misma.
A todas las mujeres indígenas del mundo
A las niñas indígenas
A las jóvenes indígenas
A las mayoras indígenas
A todas las mujeres que luchan y resisten
A las que no les hace sentido la palabra feminismo
A las que sí les hace sentido desde su propia definición
A las ancestras que han estado aquí antes de nosotras
A todas ellas, a todas nosotras, a todas ustedes sigamos en el camino del cuidado mutuo, del cuidado propio, del cuidado colectivo, sigamos en la exigencia del respeto por nuestras vidas y nuestra dignidad. Sigamos en la recuperación constante de nuestra propia historia, en nuestras casas, en nuestras familias, con nuestras ancestras, sigamos sanando para despojarnos de la negación a la que hemos sido obligadas, la negación a nuestras abuelas, a nuestras comunidades, a nuestra lengua, a nuestros cuerpos, a nuestra vida porque no podemos seguir negándonos a nosotras mismas.
Sigamos en la construcción de relaciones cada vez más horizontales entre nosotras, entre las que migramos de nuestras comunidades, entre las que las habitamos, entre las que hablamos nuestra lengua y las que no, entre las que fueron a “la escuela” y las que no, porque sanar también implica sanar nuestras relaciones.
Continuemos el camino hacia nuestro cotidiano de vivir bien, de comer bien, de acompañarnos cálidamente, de pausar cuando es necesario, de tomar fuerza, de negarnos al racismo y patriarcado cotidianos, sigamos en el encuentro del placer y la fuerza de ser mujer indígena, de escucharnos entre todas, de poner al centro de la vida nuestro sentir, nuestro pensar y nuestro hacer.
Hoy seguimos exigiendo al estado, a los medios de comunicación, a las instituciones, a la sociedad, a las organizaciones, a todas las personas que se respete y se garantice nuestro derecho a vivir libres de violencia, de discriminación y de racismo, exigimos respeto a nuestra identidad, cosmovisión y formas particulares de entender y de vivir, en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento de la historia y en cualquier edad que tengamos.
No somos pasado, somos presente
No somos homogéneas, somos diversas
No somos pobreza, somos autenticidad
Por la memoria de las que ya no están
Por la exigencia de una vida libre de violencia para todas
Por el pensar, el sentir y el hacer de las mujeres indígenas del mundo
septiembre 2022
«Dice mi abuela Cira que los cabellos que se nos caen cuando nos peinamos no debemos tirarlos a un bote de basura, porque son parte de nosotras mismas, dice que debemos quemarlos en el calor del fogón de leña o guardarlos en los hoyitos que forman las paredes de adobe de la casa, todo esto porque cuando indudablemente muramos y tengamos que trascender.
Al llegar a ese otro espacio se nos pedirán cuentas de la forma en que llevamos la vida, y las cuentas que hemos de enseñar son nuestros cabellos
Esos cabellos que fueron de una bebé, de una niña, de una joven, de una adulta y de una anciana, si tiramos nuestros cabellos a la basura no tendremos cuentas que entregar acerca de cómo habitamos este mundo, por eso guárdalos en el fuego o en el adobe, para tenerlos siempre.»
Las mujeres indígenas vivimos en una relación profunda con nuestros cuerpos, con el territorio que habitamos y que nos habita, con los seres que también habitan ese territorio, con los elementos y ciclos de la naturaleza, con los ciclos de la vida humana, nuestra sabiduría es herencia de nuestras ancestras, ellas son las que nos han enseñado que no somos habitantes de un espacio tierra, sino que formamos parte de él.
Las mujeres indígenas históricamente hemos sido consideradas insuficientes para el mundo, insuficientemente racionales y limpias, insuficientemente bellas para las lógicas de belleza racistas y colonial, insuficientemente instruidas y capaces de buenos comportamientos, han considerado que nuestros territorios no tienen el suficiente valor, ni nuestro territorio tierra, ni nuestro territorio cuerpo.
Hoy nosotras exigimos respeto y reconocimiento desde la dignidad de nuestra existencia, exigimos ser pensadas y miradas más allá de la opresión, ser tratadas como lo humanas y autónomas que somos, porque hemos andado un camino largo de lucha ante las desigualdades y de cuidado y armonía con la naturaleza y creadoras de pensamiento, de epistemologías, lejanas a las a las herramientas conceptuales establecidos desde la academia.
Las mujeres indígenas como sujetas políticas y también centrales de la vida comunitaria hemos hecho aportaciones muy significativas para la resistencia de nuestros pueblos, su dignidad y su lucha por los derechos al reconocimiento, a la participación y a la vida misma.
A todas las mujeres indígenas del mundo
A las niñas indígenas
A las jóvenes indígenas
A las mayoras indígenas
A todas las mujeres que luchan y resisten
A las que no les hace sentido la palabra feminismo
A las que sí les hace sentido desde su propia definición
A las ancestras que han estado aquí antes de nosotras
A todas ellas, a todas nosotras, a todas ustedes sigamos en el camino del cuidado mutuo, del cuidado propio, del cuidado colectivo, sigamos en la exigencia del respeto por nuestras vidas y nuestra dignidad. Sigamos en la recuperación constante de nuestra propia historia, en nuestras casas, en nuestras familias, con nuestras ancestras, sigamos sanando para despojarnos de la negación a la que hemos sido obligadas, la negación a nuestras abuelas, a nuestras comunidades, a nuestra lengua, a nuestros cuerpos, a nuestra vida porque no podemos seguir negándonos a nosotras mismas.
Sigamos en la construcción de relaciones cada vez más horizontales entre nosotras, entre las que migramos de nuestras comunidades, entre las que las habitamos, entre las que hablamos nuestra lengua y las que no, entre las que fueron a “la escuela” y las que no, porque sanar también implica sanar nuestras relaciones.
Continuemos el camino hacia nuestro cotidiano de vivir bien, de comer bien, de acompañarnos cálidamente, de pausar cuando es necesario, de tomar fuerza, de negarnos al racismo y patriarcado cotidianos, sigamos en el encuentro del placer y la fuerza de ser mujer indígena, de escucharnos entre todas, de poner al centro de la vida nuestro sentir, nuestro pensar y nuestro hacer.
Hoy seguimos exigiendo al estado, a los medios de comunicación, a las instituciones, a la sociedad, a las organizaciones, a todas las personas que se respete y se garantice nuestro derecho a vivir libres de violencia, de discriminación y de racismo, exigimos respeto a nuestra identidad, cosmovisión y formas particulares de entender y de vivir, en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento de la historia y en cualquier edad que tengamos.
No somos pasado, somos presente
No somos homogéneas, somos diversas
No somos pobreza, somos autenticidad
Por la memoria de las que ya no están
Por la exigencia de una vida libre de violencia para todas
Por el pensar, el sentir y el hacer de las mujeres indígenas del mundo
septiembre 2022